El proyecto agroecológico de compostaje y huerta surgió en 2020 frente a la problemática de los basurales a cielo abierto en la localidad de General Levalle.
Desde 2020, en su pueblo natal de General Levalle, al sur de Córdoba, Rodrigo García tomó la iniciativa de desarrollar un proyecto de compostaje “Eco Lev”. Según él mismo explicó, la propuesta surgió “como respuesta concreta y artesanal a un problema estructural de basurales a cielo abierto”. “Con cada acto, planto el mundo que quiero ver”, dijo.
La pequeña localidad, de poco más de 5000 habitantes, está ubicada sobre la Ruta 7, entre Laboulaye y Vicuña Mackenna. Según cuenta Rodrigo, empezó juntando residuos orgánicos de vecinos, y aprendiendo a compostar “a prueba y error” en el patio de su casa. Lo hacía con herramientas prestadas y luego se lanzó a vender composteras para que cada vecino lo replicara en su propio jardín.
“Después me propuse concentrar el compostaje de todos los vecinos en un lugar y hacerlo yo mismo”, señaló Rodrigo, que se presenta como “emprendedor socioambiental, educador territorial y productor de vida”. En 2022, cuando Mariela Fusta y Adrián Garay le prestaron un predio de casi 4 hectáreas, al que bautizó “El montecito”, donde actualmente desarrolla su modelo de gestión “circular”.

Una solución
“Me dolía ver cómo tirábamos todo, cómo se llenaban los basurales, cómo nadie se hacía cargo. Y con el tiempo entendí que lo que uno hace, aunque sea pequeño, puede tener un gran impacto”, contó sobre el detonante para iniciar su proyecto.
“Ahora, puedo realizar un proceso controlado del compostaje, con el riego, la humedad y demás, si bien son los bichos los que trabajan”, contó Rodrigo, casi un experto manejando las etapas “mesófila y termófila”, de “enfriamiento y de maduración o curado”.
Además, destacó que el abuelo de Mariela, don Agustín Fusta, fue el primer ecólogo de Levalle, quien plantó eucaliptus y hoy el lago artificial San Agustín lleva su nombre. Don Fusta alentó su concreción para contener el agua del arroyo Santa Catalina, a fin de que el pueblo no se inundara más con las crecidas.
“Uno sale de este monte implantado y nota que el suelo es puro medanal. De modo que con nuestro servicio de recuperación urbana, retiramos los residuos de cada hogar y a los tres meses les entregamos el compostaje para su jardín o huerta”, explicó García.
Y agregó: “Todo eso que antes se tiraba, ahora alimenta la tierra. Además, elaboramos distintos tipos de sustratos, adaptados a las necesidades de cada cultivo. Combinamos compost maduro con perlita, hojarasca, tierra fértil y otros materiales que ayudan a airear y retener humedad. Son mezclas pensadas para dar vida desde el primer brote, para fortalecer plantines, o las flores de estación y hasta árboles jóvenes”.
“Aprendí a manejar el equilibrio entre materiales secos (hojas, ramas finas, chip de poda, aserrín, viruta, papel sin tinta) y húmedos (restos de frutas, verduras, yerba, cáscaras de huevo), para lograr un equilibrio entre carbono y nitrógeno. Si la pila es muy chica, no alcanza buena temperatura. Por eso yo trabajo con pilas grandes, de más de un metro cúbico, para asegurar un buen proceso. Si hay mal olor, algo está fallando. El compost habla, si uno sabe escuchar”, detalló sobre el proceso que hoy maneja con fluidez.
Según contó, son 30 familias las que le pagan una modesta cuota por su servicio, pionero en la región. Hoy Rodrigo produce compost, lombricompuesto, sustratos para huerta, flores de estación y árboles, como las primeras casuarinas que germinaron bajo su cuidado. Orgulloso, asegura haber recuperado ya más de 250.000 kilos de residuos orgánicos en su pueblo.

Cooperativismo, un horizonte esperanzador
Como policía que trabaja en el área de prevención del delito, desarrolla esta actividad en su tiempo libre y por recomendación para mejorar su salud. “Sufría recurrentes lumbalgias, me inyectaban, pero me volvía el dolor. Me recomendaron hacer terapia psicológica y gracias a ella comencé un camino de recuperación: empecé a meter mis manos en la tierra y ella me ayudó a sanar a tal punto que se me pasaron los dolores. Descubrí que la tarea de compostar resultó ser una maravillosa herramienta, no sólo de transformación espiritual a nivel personal, sino también comunitaria y universal, por el cuidado del ecosistema”, relató emocionado.
Miembro fundador y tesorero de la “Cooperativa de Trabajo Unión del Sur Limitada”, que entre otras cosas impulsa una red de pequeños productores, emprendedores y artesanos locales, destacó que tienen como objetivo replicar este sistema en toda la región.
“Creo en el trabajo colectivo, en el cooperativismo y en la producción con identidad territorial. Considero que necesitamos una educación ambiental inspiradora, que proponga, acompañe procesos, que su origen no sea de manual, sino del barro, del mate compartido, del andar de cada día”, puntualizó.
Fuente: Bichos de Campo