El activismo festeja en las calles de San Martín. La fiscalía había pedido 10 años de prisión.
Los jueces Gustavo Varvello, German Saint Martin y Julián Descalzo del Tribunal Oral en lo Criminal Número 7 de San Martín absolvieron a Higui de Jesús del cargo de «homicidio simple». Higui es lesbiana, tiene 47 años. El 16 de octubre de 2016 había ido a visitar a su hermana Mariana en Lomas de Mariló (San Miguel) y sufrió un ataque en un pasillo del barrio por parte de un grupo de hombres que la hostigaban por su expresión de género y su orientación sexual. En el ataque se defendió e hirió de muerte de a uno de ellos. Sin acceso a la justicia, estuvo presa durante ocho meses y luego con prisión domiciliaria, hasta hoy.
Ayer se realizó la tercera audiencia y no se esperaba que se diera a conocer el veredicto. El activismo que viene apoyándola desde hace cinco años estuvo en la puerta del tribunal durante estos tres días. Tras el fallo, festejan en las calles con cantos y bombos frente al Tribunal que en todo el proceso no accedió a que los medios entraran a la sala.
La abogada de Higui, Chiqui Conder -de la Gremial de Abogados y activista de DDHH- habló al terminar el juicio. “Esta es una victoria nuestra, no del sistema judicial. Nos tienen que creer cuando denunciamos un abuso. Acá no se investigó nada de lo que le hicieron a Higui. Lo único que se ve en los fiscales es criminalizar a Higui por ser mujer, negra, pobre y lesbiana. Lo primero que hace el Estado con Higui, que ha sufrido múltiples violencias, es encerrarla y meterla presa. Eso habla de un Estado ausente”, dijo.
La tercera audiencia
Higui llega a los tribunales de San Martín en medio de aplausos y más cantos. Lleva en una mano la pelota de fútbol (con mensajes de las pibas de la Villa 31), cual amuleto, y con la otra una remera con la foto de sus perritos, que cada tanto llena de besos. Sube en el ascensor hasta el décimo piso, donde le toca sentarse en el banquillo de lxs acusadxs.
Se la acusa de homicidio simple por haber defendido en octubre de 2016 de un ataque sexual perpetrado por un grupo de varones. Quisieron violarla para “corregir” su lesbianismo. Higui se defendió con un cuchillo de jardinería que tenía encima: llevaba mucho tiempo sufriendo agresiones por su orientación sexual y su expresión de género.
La Sala C, donde transcurren las audiencias, es diminuta. Hay lugar para cuatro personas de cada parte. La falta de espacio aumenta la tensión. Higui está acompañada de su psicóloga y de sus abogadas, Chiqui Conder y Claudia Spatocco. Está además la otra parte, que nadie sabe bien cómo llamar, la que va por Cristian “Pino” Espósito, el fallecido, 28 años, uno de los agresores que atacó a Higui y a quien ella al defenderse hirió de muerte.
Lo volvió a relatar ayer con detalles ante el tribunal que la juzga. Es el Tribunal Oral en lo Criminal Número 7, y lo integran Gustavo Varvello, Germán Saint Martin y Julián Descalzo.
Por la familia del fallecido entró a la sala la madre, que se apoya en muletas y lleva una remera con la cara de Espósito y una leyenda: En el cielo nos vemos hijo. Las otras mujeres que la acompañan usan remeras de Justicia por Pino. Y han pegado en el edificio algunos carteles que lo defienden. En las paredes del tribunal conviven los pedidos de absolución para Higui con las fotos y los pedidos de Justicia para decenas de pibes y pibas, todes muy jóvenes, todes pobres, todes de los suburbios.
En la audiencia de ayer estuvieron además la fiscala, Liliana Tricarico, fundadora y presidenta de la Asociación de Fiscales de la provincia de Buenos Aires. También la veedora Indiana Guereño por parte del Ministerio Público de la provincia de Buenos Aires y Romina Chiesa, directora de protección del Ministerio de Mujeres Géneros y Diversidad. También Viviana Figueroa, militante de la organización lésbica Las Safinas que llegó desde Rosario junto a otras compañeras. Higui estuvo toda la audiencia muy cerca de su psicóloga, Raquel Disenfeld. Fue un día difícil.
Piden cambiar de sala
El periodismo no pudo en los tres días entrar a la sala. Por un lado, por falta de espacio, pero también por una resolución emitida por el tribunal que dijo que no se podían publicar los dichos de los testigos. Alegaron proteger el proceso como si los años que pasaron no hubieran existido. Hay numerosos pedidos de organizaciones de comunicación y de DDHH que solicitaron al tribunal dos cosas: llevar el proceso a una sala más grande para que pueda ser cubierto por los medios, que también son pocos. Y otro para que los alegatos sean televisados. Esto tampoco ocurrió, ya que al terminar la audiencia se comunicó que los alegatos serían ayer por la tarde.
Qué dijeron quienes atendieron a Higui
Ayer declararon tres personas que atendieron a Higui. Sus dichos fueron contundentes. La primera, una policía que llegó al lugar de los hechos aquella noche. Esa policía contó que cuando acudió, a partir de un llamado al 911, encontró a Higui muy herida y golpeada, con la ropa rasgada y sucia, con aliento a alcohol. Estaba muy asustada y se había hecho pis. La policía dijo que no la podía cambiar de tan golpeada que la encontró, y que creyó que podía tener fracturas. Relató que en el lugar estaba también un flete llevando al hospital a Espósito.
En la audiencia de hoy se extrajeron de una bolsa algunas prendas recolectadas como supuesta prueba. Entre ellas, la ropa de Higui de aquella noche, que fue exhibida ante las partes y los jueces, como el pantalón de jogging azul que vestía.
La segunda testigo fue la primera psicóloga que la atendió cuando quedó detenida. Todos los dichos de la psicóloga apuntaron a un punto: “Higui no está mintiendo, lo que está diciendo Higui es cierto”, repitió. Y habló desde las pericias psicológicas realizadas en aquel momento. Cuando la testiga llegó a este punto del relato Higui tuvo una crisis de angustia y pidió retirarse de la sala. Salió a tomar aire y fuerzas y volvió a entrar poco después.
La tercera testiga fue una psiquiatra que la atendió. Su testimonio fue muy breve.
Tras un cuarto intermedio, Higui pidió declarar y hacerlo sin público. En la sala solo quedaron su psicóloga, sus abogadas, los jueces, la fiscal y personal del tribunal. La madre de Espósito se quejó. “Ella tiene derechos”, le respondió un policía que custodiaba la entrada a la sala.
La declaración fue larga. Muy parecida a lo que dijo en su declaración indagatoria, donde repasó aquella noche violenta. Pero ayer lo contó con muchos detalles, de manera vívida, ilustrando ante el tribunal con su propio cuerpo cómo fue cada tramo del ataque y de su defensa. “Casi me quiebro. pero me acordé de mis perritos”, dijo Higui.
Luego fue el turno del Enrique Stola. Citado como testigo conceptual, Stola había sido perito de parte y hoy declaró por videollamada desde España. Se centró en explicar qué es el estrés postraumático.
A eso de las tres de la tarde Higui salió del tribunal. “Quería declarar, tenía muchas ganas de hacerlo. Me siento mejor”, dijo. Se la veía más aliviada. Sus abogadas acababan de recibir la noticia de que, en dos horas, a las 5 de la tarde, serían los alegatos.
Higui absuelta
Higui fue recibida con aplausos y cantos en la calle. Durante todo el día, el sonido de ese acompañamiento crucial del activismo de la diversidad sexual y DDHH organizado -los cantos, la música, algún bombo, los gritos- llegaba lejano pero persistente hasta la sala del décimo piso. Parecía que era lo único que podía filtrarse hasta el piso 10. Higui lo escuchaba y eso alcanzaba. Esos sonidos eran de los pocos hilos conectores entre lo que parecen dos mundos diferentes. La justicia blindada sobre sí misma, patriarcal, donde hay que ponerse de pie cuando entran los jueces y acatar. la Justicia que decide que un juicio con esta relevancia no puede transmitirse ni cubrirse periodísticamente. Una justicia sin perspectiva de género, que hasta hoy no investiga el ataque a una lesbiana como un delito de odio.
Y esa justicia es también la que decidió absolverla. Antes de que el veredicto se conociera y cuando empezó a oscurecer, más y más personas se fueron acercando al tribunal. Primero para acompañar los alegatos. La defensa pidió, lógicamente, la absolución. La fiscalía, la detención inmediata de Higui y diez años de cárcel, en un alegato sin perspectiva de género. Ahí empezó a correr el rumor de que ayer mismo se podía conocer el veredicto. Hubo tambores y música en la radio abierta, una asamblea y cada vez más personas sumándose.
Los escenarios no estaban claros y el aire estaba pesado. Cerca de las ocho llegó la noticia: ¡Absolución! Abajo se festejó fuerte, saltando y cantando. Cuando Higui salió del tribunal corrió a abrazarse con muchas de las que estaban ahí afuera. “Quiero abrazarlas a todas”, dijo. “Gracias guachas por no bajar los brazos”. Caminó rápido hacia el micrófono que la esperaba en un lugar seguro que se había armado en una carpa. Agregó: “Gracias a mis abogadas. Ahí adentro de la sala me decían ‘Higuis’ y ellas le llamaron la atención al Tribunal. Me enseñaron a respetar mi nombre”.
Fueron más de cinco años de lucha contra un sistema judicial patriarcal, heterocisexista, desigual en su trato, por momentos absurdo. Un proceso complejo y difícil, lleno de vueltas y de sobresaltos, de demoras e injusticias. Y en cada uno de estos momentos Higui se construyó también a ella misma como una activista. La que pidió: “Justicia para todos: para los chicos trans, para las travas encerradas en las cárceles, para los pibes pobres del gatillo fácil. ¡Que aparezcan los nietos! Y que digan dónde está Tehuel”.
Fuente: Agencia Presentes