Desde la isla, los granjeros cuentan, en primera persona, cómo es su trabajo de todos los días.
El origen de la marihuana en Jamaica está profundamente vinculado a la historia colonial de la isla. La afluencia de esclavos africanos en la época de la conquista española, y luego de trabajadores de India durante la colonización británica, pudo haber importado la planta como herramienta en forma de cáñamo o herencia cultural.
La naturaleza y los cultivos clandestinos hicieron el resto. Desde la isla, los granjeros cuentan, en primera persona, cómo es su trabajo de todos los días.
Corazón sativo
Las landraces jamaiquinas son objeto de debate: si bien se considera que se trata de plantas de genética sativa, con una morfología acorde y un efecto liviano y estimulante, la mayoría de las variedades cultivadas hoy en día están cruzadas con genéticas de predominancia índica que empezaron a llegar a la isla a finales de los años 70.
La razón de la cruza fue la prohibición. Cuando recrudeció la persecución policial, los cultivadores jamaiquinos tuvieron que acortar los tiempos de los cultivos. Un claro ejemplo es la Marley´s Collie.
En los últimos tiempos la supuesta variedad nativa auténtica de Jamaica fue documentada y reproducida por el biólogo Machel Emanuel, de la Universidad de las Indias Occidentales, en Kingston.
Emanuel recolectó variedades de todas las islas del Caribe habitadas por personas de la fe rastafari, para revivir la planta que crecía antes de la prohibición: una variedad sativa pura de hojas finas, gran distancia internodal y una floración extensa, con un tesoro escondido en su efecto. De manera similar a lo que pasa con las variedades sudafricanas, las landraces jamaiquinas son estimadas por su efecto activo y psicodélico, diferente a otras sativas.
Nuevas reglas
En 2015, Jamaica votó una regulación medicinal. La planta sigue siendo ilegal, pero la tenencia de hasta 56 gramos se considera un delito menor y no genera antecedentes penales.
Desde entonces, el circuito regulado que cuenta con 78 licencias para producción de cannabis medicinal convive con un sector histórico no regulado de granjeros que produce el 95% de la ganja.
Sí, granjeros. En la isla, pocos se autodenominan cultivadores. Allí, el cannabis es un producto agrícola como cualquier otro, aunque sus raíces culturales y religiosas son bien profundas.
“En la escuela, las familias de varios compañeros cultivaban marihuana y ellos pudieron ir a la universidad gracias a al cultivo ilegal de la planta”, cuenta Triston Thompson el fundador de Tacaya Limited, compañía que asesora en Jamaica sobre los asuntos cannábicos en torno a la nueva regulación.
Thompson se formó en Estados Unidos, pero es jamaiquino, nació en Westmoreland. “El paraíso de la ganja”, nos aclara.
“Siempre ha estado a nuestro alrededor. Viene de generaciones anteriores y continuará a las próximas como una tradición”, nos afirma Dane Bozra, un granjero que vive en Accompong.
Tierra prometida
La fuerte presencia del sol hace que en Jamaica se pueda cultivar todo el año y cada granjero aplica sus métodos. “La mayoría lo hace al aire libre. No tiene sentido que sea indoor cuando tenés el mejor sol (rangos de 12/12) y la mejor tierra, llena de minerales”, señala Thompson.
Glendon Ellis, otro productor radicado en St. Elizabeth, agrega que pueden obtener cuatro o más cosechas al año con las condiciones adecuadas.
En cuanto a las genéticas, predomina la sativa, con variedades muy populares como la Lamb’s Bread, la favorita de Bob Marley. “Las índicas se popularizaron mucho a principios del siglo XXI. Fueron importadas y se mezclaron con plantas locales, lo que resultó en una gran variedad de híbridas”, explica Thompson.
Hay muchas localidades en la isla conocidas por su cannabis. Orange Hill, Westmorland y Accompong son algunas de ellas y, si bien se diferencian por sus microclimas y ambientes, todas comparten la agroecología. “Tenemos confianza en la naturaleza. No la dominamos, sino que fluimos con ella”, sostiene Bozra.
En lo que respecta a fertilizantes y pesticidas, se mantiene la tradición orgánica. “Ahora es temporada de mango, por ejemplo. Se hace un compost con eso para alimentar a la planta y ella obtiene su energía”, señala Bozra.
“A mí me gusta darles melaza. Alimenta a los organismos en el suelo y producen más dióxido de carbono. También mojo cáscaras de banana y baño a las plantas con ese agua”, suma Andre, quien vive en Montego Bay.
En cuanto a plagas, en la isla hay plantas o arbustos que espantan los insectos. Uno es el pimento, un árbol que genera la famosa Pimienta de Jamaica. Sus hojas se mojan y luego se rocía el agua sobre las raíces para espantar insectos. “Las arañas rojas son la peste más común”, dice Andre.
Los hongos no suelen ser un problema porque la temperatura supera los 25° todo el año. Hay lugares, como Black River, donde se implementa la hidroponía por sus tierras pantanosas, y donde sí son un inconveniente.
Cuando llega el momento de cortar y secar, allí también cada granjero tiene su método. “Algunos cosechan a los seis meses, otros en tres meses y otros en ocho semanas”, relata Thompson. “Unos pocos lo hacen a los nueve meses, pero los períodos largos ya no son muy populares”, agrega Glendon.
Dentro de la ley
El objetivo del gobierno es que los granjeros cannábicos pasen al mercado regulado. Pero hacerlo, aseguran, es costoso y las trabas burocráticas son muchas.
Los registros de Tacaya hablan de unos cinco mil productores. Pero cualquier dato es impreciso: la falta de regulación también tiene como víctima a la información. Sin embargo, Bozra deja en claro que se trata de un fenómeno masivo: “todos cultivan, incluso los niños”.
Todo ese cannabis desregulado tiene tres destinos. El uso de los Rastafaris y el que se destina a la venta en el mercado ilegal. En el circuito no regulado casi medio kilo cuesta alrededor de 300 dólares y en el regulado 1500. Los jamaiquinos suelen comprar a los pequeños granjeros y los turistas se dividen.
Están los que no quieren ser “atrapados” en una actividad ilegal y van a locales oficiales, y los que prefieren abaratar costos y tomar contacto con los granjeros.
Thompson narra esto con naturalidad. Ya pasaron varios años desde aquel viaje en avión que lo regresó a su tierra natal. Hoy es un experto en la industria. Su objetivo es que los campesinos tengan las mismas oportunidades que las corporaciones, asegura.
Ha tenido victorias y derrotas, y duda de que el Estado tenga entre sus planes una regulación con equidad. Pero mientras crezca ganja en la isla, seguirá adelante. Y en Jamaica, la ganja siempre crece.
Fuente: THC