Se trata de atrazina, que ya fue prohibida en Europa por sus efectos tóxicos. La autora del trabajo es la primera egresada del doctorado en Ciencias de la Universidad Nacional de Villa María. También desarrolló una posible solución.
Un estudio en los tambos de la región de Villa María detectó atrazina en la leche. Se trata de un un agroquímico que fue prohibido en Europa por sus efectos tóxicos. En Argentina es el tercer herbicida más usado después del glifosato y el 2,4D.
Noelia Urseler es la primera autora de esta publicación en la revista científica Science of The Total Environment. Se trata de la primera detección de atrazina en leche cruda que se realiza en el país. Por este trabajo, Noelia se convirtió en la primera doctora en Ciencias egresada de la Universidad Nacional de Villa María (UNVM).
Noelia es de Chazón, en el corazón lechero de Córdoba. Reconoce que los productores tamberos descartaban la posibilidad de que la atrazina llegara a la leche. “El sentido común puede decirnos que no llega a la leche, porque se aplica en el suelo para limpiar de malezas los cultivos con los que después se cosechará el grano que alimentará a los animales”, detalla.
Pero el herbicida estuvo presente en el 89 por ciento de los 18 tambos analizados. Las concentraciones oscilaron entre entre 2,51 y 20,97 microgramos por litro de leche (μg/L). Dos de los tambos tenían niveles superiores a 20 μg/L, el valor límite fijado para este compuesto por la Agencia de Protección Ambiental de EE.UU. (EPA).
También se analizó el agua subterránea de los 18 tambos. En la mitad de ellos se detectó atrazina. Las concentraciones variaron de 0,07 y 1,40 μg/L. En cuanto a la aptitud para el consumo humano, el 44,4 por ciento de las muestras de agua superaban el límite de la Unión Europea (0,1 μg/L) para plaguicidas individuales en el agua potable.
La atrazina se aplica para controlar malezas en maíz y sorgo, dos cultivos que se emplean para silos con el que luego se alimenta a las vacas lecheras. Se aplica antes de la siembra y cuando el maíz tiene hasta 20 centímetros.
Es un compuesto persistente en el ambiente y tiene un tiempo de vida media alto, tanto en suelo como en agua. En Europa detectaron atrazina varios años después de que se prohibiera.
“También es muy móvil y puede llegar hasta aguas subterráneas a través de escorrentías. Y es un compuesto que tiende a quedarse adherido a los tejidos grasos, por eso pensamos que podíamos detectarlo en la leche que tiene un contenido graso importante”, señala la investigadora.
Este herbicida puede causar problemas endocrinos, es decir, a nivel hormonal. El Departamento de Toxicología de los Estados Unidos lo clasifica como un compuesto cancerígeno que puede provocar malformaciones en niños.
En Argentina, la atrazina no está regulada en las normativas de agua y suelo. El año pasado Noelia y otros colegas participaron de una reunión convocada por el Ministerio de Ambiente de la Nación que terminó en un informe sobre este herbicida y sus impactos en el ambiente. “Suponemos que a partir de eso se tomarán algunas medidas”, sostuvo.
Y agregó: “No hay que tener miedo, pero sí comenzar a ocuparse del problema. Hay que tener en cuenta que analizamos leche cruda, la cual no ha pasado por un proceso de pasteurización. Se sabe que la atrazina es un compuesto lábil a cierta temperatura. Hay que evaluar qué pasa con la leche con atrazina tras pasar por este proceso industrial”.
La investigadora también elaboró índices de riesgo cancerígeno y no cancerígeno y obtuvo valores muy bajos. Estos cálculos teóricos estarían indicando que todavía no hay un riesgo para la salud de la población que consume el agua o la leche cruda, una práctica frecuente en la región.
No obstante, a partir de este estudio ya se pueden sugerir algunas recomendaciones. Por ejemplo, hervir la leche cruda antes de consumirla y buscar agua a mayor profundidad, porque está menos contaminada.
Otra sugerencia sería reemplazar la atrazina por otras prácticas más sustentables o por otros compuestos. En Europa se está usando la terbutilazina como reemplazo porque impacta menos en los recursos hídricos. “Hubo buena predisposición de los productores y conocen el problema de los agroquímicos, pero también argumentan los costos económicos”, asegura Noelia.
Detectar el problema y desarrollar una solución
“Es un orgullo ser la primera doctora en Ciencias de la UNVM, sobre todo para dar a conocer que en la Universidad hay opciones de posgrado”, asegura Noelia, que también realizó la carrera de Ingeniera agrónoma en esta universidad.
Para su tesis de doctorado no solo analizaron el agua y la leche de los tambos, sino que también desarrollaron una posible solución. “Aislamos una bacteria del agua superficial del arroyo Cabral que es capaz de degradar a la atrazina”, cuenta.
Esta estrategia de biorremediación se podría aplicar en suelo y agua. “No degrada la atrazina hasta transformarla en dióxido de carbono y amonio, sino que la transforma en ácido cianúrico, el cual no es tóxico para el ambiente”, detalla. La bacteria es nueva para la ciencia: Paenarthrobacter ureafaciens AAC22.
Por el momento, son ensayos pequeños y todavía no se realizó una prueba piloto. “La idea es trabajar con la bacteria inmovilizada. En el caso del agua, se podría pasar por un filtro con carbón bioactivo que contenga el microorganismo antes de llegar a los bebederos de los animales. En el caso del suelo se podría aplicar como si fuera un fertilizante.
Fuente: La Voz