El Instituto Nacional de Semillas reconoció peligros de los transgénicos y ventajas de la soja ecológica

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Un informe oficial confirma que la soja transgénica contiene alta concentración de glifosato y señala las ventajas del cultivo convencional, sin modificación genética ni agrotóxicos. Las críticas provienen del Inase, un organismo alineado con el agronegocio. Detalla que el diez por ciento de los productores concentra la mitad de la superficie cultivada con soja.

Un nuevo estudio oficial de trazabilidad de las semillas, elaborado por el Instituto Nacional de Semillas (Inase), reconoce que la soja transgénica tiene alta presencia de gifosato, da cuenta del alto nivel de concentración en pocas manos de las superficies cultivadas por el agronegocio y precisa que la soja convencional es de mayor calidad que la variedad transgénica. Sorprende que el Inase explicite por escrito algunos aspectos negativos del modelo dominante porque el organismo nacional -dependiente del Ministerio de Agricultura- siempre mantuvo un posicionamiento alineado con el modelo de transgénicos y agrotóxicos.

En un texto de 28 páginas, el Inase brinda datos sobre el uso de semillas de soja, maíz, trigo y sorgo durante la campaña 2020-2021. Destaca el descenso del cultivo de soja en relación a otros como maíz y sorgo. También da cuenta de la alta concentración de la producción agroindustrial y del valor nutricional de las semillas no transgénicas (llamadas convencionales) en comparación con aquellas modificadas genéticamente. Además, afirma que “el cultivo de soja ayuda al ser humano si se efectúa en el marco de un cultivo por rotación estacional, ya que fija el nitrógeno en los suelos, agotados tras haberse practicado otros cultivos intensivos”. Es decir: fuera de las lógicas del monocultivo.

El documento explica que, en el contexto latinoamericano, el cultivo de la soja se concentra en Argentina, Brasil y Paraguay. Señala que, aunque la planta es originaria del sudeste asiático, los tres países mencionados y Estados Unidos absorben actualmente más de las tres cuartas partes de la producción mundial (más del 75 por ciento). “El documento del Inase no escapa a una mirada netamente productivista, ligada básicamente a la exportación”, recordó Gabriel Arisnabarreta, ingeniero agrónomo, productor agroecológico e integrante de Ecos de Saladillo, en Buenos Aires.

El Inase señala que la soja sudamericana es de mayor calidad que la estadounidense por su alto valor proteico, al mismo tiempo que afirma que “el crecimiento del cultivo de la soja va a derivar del enorme negocio que en un futuro próximo pueden representar los biocombustibles”. El organismo nacional advierte que “esto hará que el mercado internacional demande de ciertos países como Argentina, Brasil o Paraguay una mayor exportación de este producto”.

Sobre este punto, Arisnabarreta sostuvo que el Inase jamás plantea discusiones de fondo con respecto a la alimentación sana del pueblo. “El organismo ve como algo positivo que la soja y el maíz sean destinados a la producción de biocombustibles, y por lo tanto destinar tierras no a producir alimentos sino combustibles para seguir sosteniendo a un modelo consumista, desigual e injusto”, cuestionó.

Semillas transgénicas y convencionales

El informe del Inase admite que “los mayores peligros de la soja transgénica radican en la modificación genética y en el uso del glifosato, que no están permitidos en la agricultura ecológica”. Tras “analizar los residuos de herbicidas y pesticidas en soja no ecológica modificada genéticamente y tolerante al glifosato y la soja ecológica no modificada genéticamente”, la conclusión es que “la no transgénica no contiene residuos de glifosato, mientras que la soja modificada genéticamente sí presenta altas concentraciones del citado herbicida”. El organismo también indica que, al no estar modificada genéticamente, la soja ecológica contiene más proteínas, omega-6 y aminoácidos esenciales, menos grasas saturadas y ningún residuo químico.

Al analizar el contenido proteico, el Inase observa que la soja ecológica presenta un 14,86 por ciento más de proteína que la no ecológica. Una diferencia muy importante que subraya la mayor densidad nutritiva de los alimentos ecológicos. En cuanto al porcentaje de aminoácidos esenciales, la ecológica posee la proteína con mayor fracción de lisina (un nueve por ciento más).

A su vez, el ente nacional reconoce que “la soja no transgénica posee un mercado específico de exportación y de consumo local”. Ese mercado de exportación es, sobre todo, de consumo animal en la Unión Europea y -en menor medida- Estados Unidos. Hacia 2009, Europa dejó de importar productos genéticamente modificados y con agrotóxicos. Ese fue el marco para que el Inase comenzara a realizar estos estudios de trazabilidad, con el objetivo de conocer cuántas semillas transgénicas y cuántas no transgénicas se están produciendo y usando en nuestro país.

“La tecnología utilizada con la soja ecológica difiere principalmente en la no utilización de glifosato durante el ciclo del cultivo”, destaca el Inase. Al mismo tiempo, afirma: «Esto implica un cambio en el sistema de producción ya que tienen que utilizarse otros herbicidas para el control de malezas». Y remarca: “Si bien esto es algo que el productor no está acostumbrado a hacer, esta tendencia está cambiando impulsada por el surgimiento de malezas resistentes que obligan a tomar nuevas estrategias de manejo y control”. Ante la consulta de este medio, Arisnabarreta evaluó: “Es grave, pareciera que sólo con no usar glifosato y sojas no transgénicas ya soy ecológico”.

El informe dice también que “cuando se habla de soja ecológica convencional, el productor lo asemeja a soja antigua y de poco rinde. Pero la genética desarrollada actualmente en el país, garantiza la productividad de dicha semilla”.

Concentración de la producción

El estudio del Inase reconoce que el diez por ciento de los productores siguen concentrando más de la mitad de la superficie sembrada declarada de soja y que el 30 por ciento concentran poco más del 80 por ciento de la misma. Este último grupo es denominado “Grandes Usuarios de Semillas” (GUS), que es -según el organismo- objeto principal de los controles y auditorías.

En esta campaña 2020/2021 se mantuvo el porcentaje de superficie declarado por el primer decil estadístico, es decir, por el diez por ciento de los mayores productores, pasando del 56,27 por ciento de superficie sembrada en la campaña 2018/2019, al 57,24 por ciento en la campaña 2019/2020, y al 57,28 por ciento en esta campaña. Los tres deciles iniciales abarcan, en esta campaña, el 81,73 por ciento de la producción, dando cuenta de un aumento en la concentración de la superficie del cultivo respecto de la campaña 2019/2020 (81,58 por ciento) y respecto a la campaña 2018/2019 (81,16 por ciento). El cuarto decil queda más alejado de esos niveles de producción.

Para Carla Poth, docente e investigadora consultada al respecto, este es el dato más significativo del informe. “Pone en el tapete el problema del sistema agroalimentario y cómo el uso de transgénicos y agrotóxicos no es rentable para los pequeños y medianos productores. Los productores del último decil son productores que hoy están dentro del agronegocio, pero serán expulsados”, explica.

“Considerando que tanto la superficie sembrada como la cantidad de productores registrados vienen cayendo en las últimas tres campañas, este pequeño aumento en la cantidad porcentual de los deciles 10 y 30 nos está mostrando lentamente un avance en la concentración de la producción de soja”, dice el INASE.

En esta campaña la categoría de GUS incluye un total de 16.746 productores que representan el 81,73 por ciento de la cantidad total de soja sembrada en las últimas campañas. En general disminuyó la participación de los grandes productores en casi todos los distritos, salvo el caso de Santa Fe, donde aumentó fuertemente, en valor absoluto que representa 1898 productores.

Sobre el Instituto Nacional de Semillas

La Ley de Semillas y Creaciones Fitogenéticas Nº 20.247 data de 1973. Tiene por objeto “promover una eficiente actividad de producción y comercialización de semillas, asegurar al productor agrario la identidad y calidad de la simiente que adquieren y proteger la propiedad de las creaciones fitogenéticas”. El Inase fue creado por el Decreto 2817 del año 1991 como el órgano de aplicación de esa Ley. Es decir, surge a la par del desarrollo de la transgenia en Argentina.

El Inase tiene entre sus objetivos principales entender en la aplicación de la Ley de Semillas y Creaciones Fitogenéticas 20.247; expedir la certificación de la calidad, nacional e internacional, de todo órgano vegetal destinado para la siembra, plantación o propagación, observando los acuerdos firmados o a firmarse en la materia; proteger y registrar la propiedad intelectual de las semillas y creaciones fitogenéticas y biotecnológicas; y proponer la normativa referida a la identidad y a la calidad de la semilla y conducir su aplicación.

Entre sus funciones está tomar conocimiento y emitir opinión sobre proyectos de políticas oficiales, leyes, decretos, resoluciones y disposición nacionales, provinciales o municipales vinculados con la materia de la presente ley, así como también con los organismos oficiales de comercialización de la producción agrícola.

“El Inase históricamente garantiza la aprobación de semillas genéticamente modificadas al interior de la Comisión Nacional de Biotecnología Agropecuaria (Conabia)”, señala Poth. “El planteo es adscribir a los marcos flexibles que tiene la Conabia para la liberación de semillas genéticamente modificadas; al mismo tiempo sostienen en términos de agrotóxicos el discurso de las buenas prácticas agrícolas”, cuestiona la investigadora.

La especialista afirma que el ente nacional ha estado a favor de una reforma de la Ley de Semillas que habilite el patentamiento. También han planteado la necesidad de que el impacto ambiental de los eventos transgénicos no fueran públicos “porque había que resguardar los intereses de las empresas que presentaban los informes”. Para Poth, “el nuevo informe del Inase no se contradice con la política de bancar los transgénicos como política pública. No critica la expansión territorial y dice que el uso es prometedor para la producción de biocombustibles”.

En sus palabras, el Inase “tiene una postura de sostén de los insumos utilizados por el agronegocio”. Al mismo tiempo, explica que -si se reglamentara la Ley de Agricultura Familiar que se aprobó en 2015- podrían incorporarse al Inase las semillas agroecológicas, hoy reguladas por el Senasa. “Hay todo un sector de semillas que el Inase no considera legales porque no están registradas”, explica Poth.

Fuente: Agencia Tierra Viva

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