En el Día de la Prevención de Incendios Forestales, te contamos cómo favorecen la expansión del fuego las olas de calor, las sequías prolongadas y la vegetación vulnerable; y, por su puesto, cómo prevenir estas situaciones.
Cada 18 de agosto se conmemora el Día Mundial de la Prevención de Incendios Forestales, una fecha que busca concientizar sobre el uso racional y correcto del fuego, a fin de evitar situaciones de riesgo.
Las imágenes de bosques en llamas, cada año más frecuentes, nos llevan a reflexionar sobre la relevancia inédita que cobra el contexto del cambio climático, con impactos graves a nivel social, ambiental y económico.
Expertos advierten que las estrategias de prevención deben ocupar el centro de la agenda pública. Así lo consigna la Organización Meteorológica Mundial (OMM) al afirmar que “el cambio climático, los incendios forestales y la contaminación atmosférica conforman un círculo vicioso cuyas consecuencias negativas para la salud de las personas, los ecosistemas y la agricultura no dejan de agravarse”.

Impacto del cambio climático
El cambio climático modifica muchas de las variables que determinan el comportamiento de los incendios. Las altas temperaturas, la sequía persistente y las olas de calor extremas favorecen la propagación del fuego en hábitats naturales.
Un factor determinante es el aumento de las temperaturas nocturnas, lo que permite que la actividad ígnea continúe durante la noche. Las temporadas de incendios no solo duran más, también comienzan antes y finalizan más tarde. Para esto, resultan clave factores como primaveras más cálidas, estaciones secas estivales más largas, y suelos y vegetación más secos.
A ello hay que sumar que los incendios liberan volúmenes significativos de dióxido de carbono que acentúan la crisis climática, así como partículas finas que constituyen una amenaza para la salud humana. “Las emisiones de los incendios forestales cruzan fronteras y atraviesan continentes enteros”, señalan desde la OMM.

Claves para la prevención
Desde la Asociación Forestal Argentina (AFoA), junto a la Red de Manejo de Fuego Rural, subrayan la responsabilidad colectiva en la prevención de incendios forestales.
“La gestión del fuego es una tarea integral que va mucho más allá de la simple extinción. La supresión de incendios debería representar solo el 20% del esfuerzo total. El 80% del trabajo debe suceder antes y después del evento, donde la prevención es esencial para evitar los focos ígneos y disminuir sus impactos no deseados”, señalaron.
Siendo conscientes de las acciones que pueden desencadenar incendios, especialmente en condiciones meteorológicas de altas temperaturas, viento y baja humedad, debemos:
- No arrojar colillas ni fósforos en zonas naturales.
- No quemar basura.
- Realizar fogatas solo en áreas habilitadas y apagarlas correctamente.
- No encender fuego durante períodos secos o de alto riesgo de incendio.
- No dejar residuos como latas o vidrios que puedan iniciar focos por efecto lupa.
- Estacionar vehículos únicamente en áreas permitidas.
- Avisar de inmediato a las autoridades ante cualquier foco de humo.
- Consultar el índice de riesgo de incendio antes de realizar actividades en la naturaleza.
Rol clave de los gobiernos
“La crisis climática exige prepararse para un aumento de los incendios forestales. La dirigencia política debe dejar de subestimar esta situación”, sostuvo Hernán Giardini, coordinador de la campaña de Bosques de Greenpeace.
Desde la organización se sigue exigiendo a los gobiernos “recursos económicos y humanos para el efectivo combate al fuego, la restauración de los bosques nativos destruidos y que se cataloguen como delito penal a los incendios forestales como así también los desmontes”.

Es importante fomentar una silvicultura responsable ya que las plantaciones de especies exóticas, como los pinos, corren especial peligro de sufrir incendios forestales. Es por esto que deben regenerarse los bosques caducifolios naturales con especies nativas y variadas.
Asimismo, reducir las emisiones contaminantes que generan cambio climático aportará a disminuir la frecuencia los eventos climáticos extremos. Así, con menos sequías y menos olas de calor, los incendios se vuelven más controlables.
Igualmente, debemos prepararnos para escenarios cada vez más complejos aumentando la cantidad de brigadistas, mejorando sus condiciones laborales y la infraestructura para controlar y combatir los incendios, y asegurando la regeneración de los bosques arrasados por el fuego.
La clave está en comprender que la prevención exige un enfoque que combina ciencia, tecnología, políticas públicas y responsabilidad colectiva. El futuro de los bosques y el bienestar de las comunidades dependen de la capacidad de actuar antes de que las llamas se salgan de control.
Fuente: Infobae – AfoA – Greenpeace