Claves del tratado histórico para proteger la diversidad marina

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Próximo a entrar en vigencia, el acuerdo conocido como “la Constitución de los océanos” establece normas para conservar y utilizar sosteniblemente la biodiversidad marina, compartir equitativamente sus recursos genéticos, crear áreas protegidas y fortalecer la cooperación científica y la creación de capacidad.

Tras la ratificación de más de 60 países, el Acuerdo sobre la Conservación y Uso Sostenible de la Diversidad Biológica Marina fuera de la Jurisdicción Nacional (BBNJ, por sus siglas en inglés), estaría listo para implementarse en enero de 2026.

Se trata de un avance sin precedentes en la gestión y el cuidado de los océanos, tras dos décadas de negociaciones. Marruecos y Sierra Leona son los países que completaron el mínimo exigido. Inicia una nueva etapa para la protección y gestión de más de dos tercios de los océanos del mundo. Estas áreas, hasta ahora, se encuentran fuera del alcance de legislaciones nacionales.

El marco legal internacional tiene como objetivo proteger la flora y fauna marina, y garantizar un uso más equitativo de los recursos oceánicos que no pertenecen a ningún país. “Al enfrentarnos a la triple crisis planetaria del cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación, este acuerdo es un salvavidas para el océano y la humanidad”, sostuvo el secretario general de la ONU, António Guterres.

António Guterres, secretario general de Naciones Unidas. Foto: Reuters.

Disposiciones clave

El Acuerdo BBNJ, adoptado en junio de 2023 tras años de deliberaciones, introduce normas diseñadas para conservar y utilizar de manera sostenible la biodiversidad marina en alta mar. Cubre áreas más allá de las 200 millas de las zonas económicas exclusivas de los países, lo que incluye los fondos marinos internacionales.

El geólogo Federico Ignacio Isla, investigador del Instituto de Geología de Costas y del Cuaternario (CONICET-UNMDP), explicó las disposiciones fundamentales del tratado. Estas incluyen “participación económica de los países sobre los recursos genéticos marinos, mecanismos de gestión sobre las áreas marinas protegidas (AMP), disposiciones para evaluaciones de impacto ambiental incluidas las estratégicas de alcance más regional, y cooperación en capacidades de transferencia”.

El objetivo central es “asegurar la conservación y el uso sostenible de la diversidad biológica marina de las zonas situadas fuera de la jurisdicción nacional, en el presente y en el largo plazo”.

Además, establece instrumentos para garantizar la participación de países en vías de desarrollo, que históricamente no tuvieron acceso pleno a los beneficios derivados de la investigación y del uso de los recursos genéticos marinos. Sus compuestos resultan de interés para desarrollar medicamentos, tecnologías médicas, productos cosméticos y soluciones biotecnológicas para la industria y la agricultura.

A su vez, crea un sistema para compartir de manera justa tanto los beneficios económicos como los resultados científicos.

El tratado establece, asimismo, procedimientos y órganos para proponer, evaluar y decidir la creación de áreas marinas protegidas. Requiere que se tomen decisiones basadas en evidencia científica y consultas amplias con las partes interesadas.

Por otra parte, obliga a la realización de evaluaciones de impacto ambiental rigurosas antes del inicio de actividades que puedan dañar el ecosistema marino. Agrega las evaluaciones estratégicas, para identificar efectos acumulativos y regionales sobre la biodiversidad.

Importancia del tratado

“El Acuerdo es crucial para la conservación de la biodiversidad marina, ya que las áreas marinas profundas fuera de las jurisdicciones nacionales estaban a la merced del expolio sin marco de referencia legal”, señalaron Daniel Lauretta, jefe de la Expedición al cañón de Mar del Plata y Pablo Penchaszadeh, biólogo marino e investigador superior del CONICET.

Por ejemplo, los nódulos polimetálicos, compuestos de manganeso, hierro, cobalto, cobre, níquel y tierras raras, y su explotación, son una de las preocupaciones del nuevo tratado. Y es que la fauna de bacterias, esponjas, corales y otros invertebrados asociada a estos nódulos es exclusiva y muy vulnerable.

“Su crecimiento es uno de los fenómenos geológicos más lentos que se conocen. Pueden llegar a cubrir el 70% de la superficie del lecho marino. Se estima que pueden tener entre 29 y 20 millones de años”, explicaron Lauretta y Penchaszadeh sobre los recursos que se utilizan principalmente en la industria de baterías, paneles solares y otras tecnologías avanzadas.

Advirtieron que “la recuperación potencial de los ecosistemas es la mayor preocupación”. Esto se debe a que “aunque se dejara de explotar los nódulos de los fondos marinos, tardarían millones de años en formarse de nuevo” y los organismos dependen de su existencia. El daño que produce la extracción a gran escala extiende los efectos negativos de la pesca y la minería mucho más allá del sitio de extracción.

Sobre ciencia

El tratado contempla, además, “la formación y educación en Ciencias Naturales y Sociales tanto teóricas como aplicadas para capacitación e investigación, el intercambio de expertos y el estudio de recursos genéticos marinos, su conservación y uso sostenible”.

“Hoy las vedas de pesca, las mareas rojas, la acidificación y el blanqueamiento de corales requieren monitoreos sistemáticos de algunos ecosistemas. Para estas actividades surge la importancia de la cooperación internacional y la capacitación en ventajas tecnológicas como la teledetección”, expuso Isla.

Expertos de la ONU y líderes ambientales consideran que los instrumentos del acuerdo permitirán avanzar hacia compromisos internacionales como la protección del 30% de áreas terrestres y marinas para el año 2030, conforme al Marco Global de Biodiversidad de Kunming-Montreal.

António Guterres, insistió en que la “salud del océano es la salud de la humanidad” y urgió a los países que aún no ratificaron a sumarse sin demora.

Fuente: Infobae