Científicos españoles descubrieron residuos en la península Byers, una región clave para la biodiversidad y una de las zonas más protegidas del planeta. ¿Qué nos dice eso sobre el estado del resto del planeta?
En los confines del mundo, apareció una señal inequívoca de nuestra huella en el planeta. La península Byers, ubicada en la Antártida y considerada un santuario ecológico debido a su frágil biodiversidad, ha sido testigo de un hallazgo perturbador: botellas de plástico y vidrio, bidones, chanclas y otros residuos han llegado hasta sus costas, arrastrados por las corrientes oceánicas.

El descubrimiento fue realizado por un equipo de científicos españoles liderado por el profesor Jesús Ruiz Fernández, de la Universidad de Oviedo. Su objetivo original era estudiar el retroceso de los glaciares y la evolución del ecosistema en los últimos milenios, cuando la presencia humana en la región era prácticamente inexistente.
Sin embargo, la inesperada aparición de estos desechos ha desviado inevitablemente su atención hacia una cuestión ineludible: la contaminación global ha alcanzado incluso los rincones más remotos del planeta.
Los investigadores identificaron las corrientes marinas como el principal vehículo de estos residuos, sugiriendo que provienen de embarcaciones que los han arrojado en alta mar o de lugares situados a miles de kilómetros de distancia. Este fenómeno no solo confirma la interconexión de los océanos, sino que también subraya la magnitud del problema: ningún espacio, por remoto que sea, está a salvo de la contaminación generada por la actividad humana.

Un refugio ecológico amenazado
La península Byers es una de las Áreas Antárticas Especialmente Protegidas, un estatus que restringe su acceso a un máximo de 12 personas al mismo tiempo debido a su gran valor ecológico. Con una extensión de 60 kilómetros cuadrados, este enclave alberga una biodiversidad única, adaptada a condiciones extremas y a la ausencia de intervención humana directa. Sin embargo, la presencia de estos residuos plantea interrogantes sobre el alcance real de la contaminación marina y su impacto en los ecosistemas polares.
Entre los objetos encontrados, las botellas de plástico se presentan como una de las amenazas más persistentes. Estos residuos pueden fragmentarse en microplásticos que, a su vez, pueden ser ingeridos por organismos marinos, alterando las cadenas tróficas y afectando la fauna local. Según estudios previos sobre contaminación oceánica, los plásticos pueden tardar cientos de años en degradarse, liberando sustancias tóxicas en el proceso.

Una señal de alerta global
Los científicos planean analizar en profundidad los objetos hallados para rastrear su origen y comprender los mecanismos que han permitido su llegada hasta esta zona protegida. Estos estudios no solo permitirán mapear las rutas de contaminación marina, sino que también pueden contribuir a futuras estrategias para mitigar su impacto.
A pesar de que su misión principal era estudiar la evolución de los glaciares, los investigadores han asumido la responsabilidad de visibilizar esta problemática. Una problemática que no es nueva, porque hallazgos como estos han sido localizados recientemente en otras regiones.
Por ejemplo, en la Antártida marítima, se recuperaron 1.544 objetos de desechos antropogénicos entre noviembre de 2019 y enero de 2020 en el Área Antártica Especialmente Protegida (ASPA) Nº 133, ubicada en Harmony Point, isla Nelson. La mayoría de estos residuos eran plásticos, incluyendo fragmentos de envases y redes de pesca, lo que sugiere que las actividades humanas, como la pesca y el turismo, son las principales fuentes de contaminación en esta región remota.
Además, investigaciones del British Antarctic Survey han documentado la acumulación de desechos plásticos en las playas cercanas a sus estaciones de investigación. Desde 1989, se han recuperado más de 9.000 objetos en la isla Bird, muchos de los cuales afectan a la fauna local, incluyendo mamíferos marinos y aves que quedan atrapados o ingieren estos materiales.
Por consiguiente, el hallazgo en la península Byers es más que una anécdota científica: es un reflejo de nuestra desconexión con el entorno natural y de las consecuencias de un modelo de desarrollo que ha convertido los océanos en vertederos. Si incluso un santuario ecológico en la Antártida está siendo alcanzado por nuestra basura, ¿qué nos dice eso sobre el estado del resto del planeta?
Fuente: National Geographic España